La quema de la paja del arroz es una práctica tradicional con graves consecuencias sobre el medio ambiente. Científicos de todo el mundo aseguran que la combustión de este residuo agrícola genera grandes cantidades de CO2 y, por tanto, altos niveles de contaminación.
Según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el arroz es el segundo cereal de mayor producción en el mundo, por detrás del trigo.
Los 113 países que lo cultivan producen cada año 400 millones de toneladas de grano, la mitad de las cuales proceden de China.
Entre los países productores también se encuentran España, Colombia, Perú o México. Y el cultivo del arroz es la principal fuente de ingresos para los pobladores de algunas de sus zonas rurales.
Problemas medioambientales
Sin embargo, las elevadas cifras de producción de arroz acarrean consigo consecuencias nefastas para el medio ambiente y para quienes viven alrededor: la quema de la paja produce gases de efecto invernadero y serias afecciones respiratorias.
Según fuentes del Parque Natural Albufera de Valencia, desde el mes pasado miles de toneladas de paja de arroz se acumulan en los arrozales de los campos valencianos.
La Unión Europea (UE) prohibió en 2008 la quema de estos residuos agrícolas por su alto efecto contaminante y emplazó a las autoridades locales a adoptar una solución al respecto.
Ante la falta de reacción de éstas, los agricultores no tuvieron más remedio que abandonar el desecho en los mismos arrozales.
Pero el proceso de descomposición de este material orgánico acaba con prácticamente todo el oxígeno existente en el agua y, por tanto, causa una gran mortandad de peces, genera hedor y provoca elevadas emisiones de gas metano a la atmósfera.
Puesto que la quema trata de evitarse, situaciones similares a esta se repiten con frecuencia en el Valle Imperial de California, o en el de Mexicali, al norte de México.
También en Colombia, en Perú y en algunos otros países productores de América Latina. El problema de los residuos derivados del cultivo del arroz parece, pues, un callejón sin salida.
Alternativas a la quema
La mayor parte de países afectados por la acumulación de este tipo de residuo agrícola ha tomado decisiones al respecto, aunque en muchos casos, de modos bien distintos.
El gobierno de Perú, mediante el Plan Nacional de Agroenergía, estableció la obligatoriedad de eliminar los rastrojos, ya fuera a través de la quema o de su reutilización con fines ganaderos.
En Colombia, el Ministerio de Agricultura desaconseja la práctica de la quema al tiempo que promueve la reincorporación de la paja al suelo como abono orgánico.
En California, la aplicación del proyecto Colusa ha permitido la reconversión de la paja de arroz en paneles de fibra vulcanizada para su empleo como material de construcción.
En España existe un proyecto, aún en fase de prueba, para producir energía eléctrica mediante la fabricación de biogás a través de un proceso de fermentación controlada de la paja.
El Instituto de Investigación Agraria de Japón recientemente ha sugerido la posibilidad de crear bioetanol a partir de la paja.
Pero las soluciones medioambientalmente sostenibles casi siempre se encuentran con dos problemas. En primer lugar, su elevado costo. Ni los gobiernos ni la iniciativa privada están dispuestos a asumir un gasto cuyos beneficios no son reportables a corto o medio plazo.
Fuentes consultadas por BBC Mundo explican que la mentalidad de los agricultores también supone a veces una traba importante.
Acostumbrados a las prácticas tradicionales, a muchos de ellos les cuesta llevar a cabo soluciones con un menor impacto para el medio ambiente.
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