La angustia y el temor que causan los apagones de luz, desastres naturales y emergencias en general nos llevan muchas veces a actuar de manera impulsiva y a veces hasta perder el control ¿Qué hacer frente a estas situaciones? ¿Cómo entender lo que nos ocurre de improviso?
En general, tenemos la idea de que la vida no cambia demasiado, que los días se suceden unos a otros en una continuidad aparentemente estable, que las personas, los lugares y los acontecimientos van a suceder de la manera que esperamos, pero ¿qué ocurre cuando esto se rompe? Generalmente sobrevienen quiebres y crisis en las personas, son estos acontecimientos los que muchas veces nos hacen cuestionarnos internamente al vernos enfrentados con nuestros miedos más profundos.
Es necesario entender en primera instancia por qué nos sucede esto, ¿qué es lo que nos lleva a angustiarnos y temer a las situaciones inesperadas? Los factores que pueden influir en nosotros son múltiples, algunos de ellos suelen tener relación con la ambigüedad de la circunstancias, es decir que se carece de suficiente información como para que podamos hacernos una idea clara de ella, la inseguridad que genera la posibilidad de que la situación cambie por sí misma, la posibilidad de que el suceso pueda acaecer o volver a ocurrir en el futuro, lo incontrolable del evento, el momento de la vida en que sucede, además de las redes familiares y sociales que contamos al momento en que ocurre el acontecimiento inesperado.
Pueden influir además las experiencias previas que hemos tenido, por ejemplo, los sentimientos de desesperación y profunda angustia que sintieron muchas personas al recordar con el apagón del día sábado la experiencia vivida en el terremoto.
Una de las maneras de contrarrestar estos sentimientos y sanar las heridas provocadas por los hechos inesperados es contactarse con la seguridad y estabilidad internas. En definitiva, todo lo que nos sucede guarda relación con nosotros mismos. Un hecho inesperado puede ser una puerta de entrada para entender cosas de mí que antes no comprendía, de adquirir seguridades en ámbitos que no las tenía (el campo espiritual puede ser uno de ellos). Es necesario para esto enfriar las emociones de miedo y pánico buscando lugares de tranquilidad y contactarse con la “madre interna” que todos tenemos dentro que nos da seguridad y confianza.
No sacamos nada con buscar seguridad en el exterior si internamente no soy capaz de producir esa emoción, si hay elementos externos que me ayuden a producirla, bienvenidos sean, sin embargo es importante destacar que el poder interno para lograr ese estado solo se puede conseguir cuando establezco una conexión profunda conmigo mismo, en la calma, tratando de comprender mis verdaderos miedos bajo la sensación de inestabilidad e inseguridad.
Ciertamente, y aunque a veces existan reacciones colectivas, las emociones son personales, cada persona vive las experiencias de manera distinta y puede elegir cómo enfrentarse a ellas, puede observar aquello que le hace daño y reemplazarlo por algo que le de tranquilidad y seguridad. A pesar de los acontecimientos que ocurran en el exterior, todos somos dueños de nuestros pensamientos y emociones, no olvidemos que la realidad la construimos nosotros segundo a segundo.
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