domingo, mayo 08, 2011

El enigmático protector de Santiago de Chile.

Cristo de Mayo, la imagen sobrevivió al devastador terremoto que azotó Santiago el 13 de mayo de 1647 y que dejó a la Iglesia de San Agustín muy dañada. Desde entonces, los santiaguinos se encomiendan a sus cuidados en una romería que recorre el corazón del centro de la capital. Es la única fiesta santiaguina que ha superado la barrera del tiempo y el olvido.

La noche del 13 de mayo de 1647 un devastador terremoto de 8,5 grados Richter sacudió Santiago. Poco y nada quedó en pie y buena parte de la población (4.000, entonces), murió en el sismo. El Terremoto Magno, se le llamó en su época. El más destructivo de todos.

La historia documentada cuenta que esa fría y confusa noche cientos de personas se desplazaron hasta la Plaza de Armas buscando un lugar seguro. Hasta allí llegó también un singular sobreviviente: el Señor de la Agonía, el Cristo de Mayo, una escultura en madera policromada que los religiosos del templo de los agustinos -el segundo más antiguo de Santiago después del de San Francisco- habían rescatado de las ruinas de la iglesia de San Agustín.
La noticia de que la escultura había permanecido intacta apenas sujeta por un clavo, y de que su corona de espinas se había desplazado hasta la garganta, empezó a circular y, en cuestión de horas, pasó a ser venerada por cientos de santiaguinos atormentados por la catástrofe. La visión del Señor de la Agonía en pie, en medio del desastre, fue para los habitantes de La Colonia un hecho prodigioso y sobrenatural. Al año siguiente el Cabildo lo declaró patrono de la ciudad y ordenó que todos los años, acá se encomendaran a su protección.
Han transcurrido casi 364 años y en la iglesia de Estado con Agustinas, un puñado de fieles se juntan espontáneamente cada 13 de mayo para pasear la imagen ennegrecida. La procesión no es conocida por todos los santiaguinos, pero todos los 13 de mayo se paralizan las actividades en el centro para ver pasar la misteriosa imagen. Va muy en lo alto.

El nombre de Cristo de Mayo se hizo conocido sólo a partir de la catástrofe. "Es la única expresión religiosa santiaguina de pura cepa, que se conserva hasta hoy en una ciudad falta de memoria. Es una tradición que hunde sus raíces en La Colonia", dice Guillermo Carrasco, escritor especializado en el tema.
Cada año, a las 7 de la tarde, la figura transita por Estado, gira por Moneda y sigue por Ahumada hasta llegar a la Plaza de Armas. El recorrido intenta recrear el camino que hicieron los agustinos con la imagen a cuestas en 1647. Bien sujeto en un carro y en medio de numerosas ofrendas florales, el Cristo de Mayo se abre paso entre edificios, tiendas, cafés, sucursales bancarias y farmacias. Una multitud de devotos le siguen recogidos. De vez en cuando el follaje de los árboles obstruye el paso, pero sus escoltas, hombres que visten una capucha colonial (sujeta al cuello de las capas o de los hábitos), hacen a un lado las hojas con un palo, entre flashes y banderas.
Lo que se escucha ahí son cantos y una plegaria especial que recuerda el día del terremoto. Ya en Plaza de Armas, son miles las personas las que ha logrado sumar la romería. El año pasado, se calculó en 2.000 los curiosos y fieles que se acercaron a la imagen para hacerlo lo suyo. "Participé en las procesiones de 2009 y de 2010. Fue increíble el aumento de personas tras el terremoto de febrero, recuerda María Soledad Caracci, historiadora de Cultura Mapocho, institución que busca difundir y valorar el patrimonio cultural de la ciudad.
Cerca de las 8 de la noche, el Cristo patrono de Santiago vuelve por Estado al templo donde ha permanecido por siglos. El centenario órgano Morettini entona en ese momento el Himno Nacional. "Lo interesante es que esta fiesta se celebra en un día que no coincide con ninguna fiesta de la Iglesia y que conmemora un hecho muy importante para la ciudad. La gente cree firmemente que el Cristo protege a la ciudad de las catástrofes", comenta Carrasco sobre esta tradición cuya convocatoria empieza nueve días antes del 13 de mayo en la Iglesia de San Agustín.

En el templo aseguran que no hay una cofradía ni un comité organizador: los devotos sólo llegan ese día a retirar la escultura para pasearlo por el centro.
No siempre fue así. Guillermo Carrasco explica que después del terremoto el entonces obispo de Santiago, fray Gaspar de Villarroel, impulsó la creación de la cofradía del Señor de Mayo. A esta pertenecieron varios personajes de la historia de Chile, entre ellos, la familia de Catalina de Los Ríos y Lisperguer, más conocida como La Quintrala.
La cofradía existió hasta 1806, para transformarse en la Venerable Orden Tercera de San Agustín, la que heredó la responsabilidad de custodiar, conservar y organizar las procesiones hasta su decadencia, en la segunda mitad del siglo 20. "Los devotos de hoy han traspasado este acto de fe por generaciones, pero no sabemos quiénes son. Ellos simplemente llegan ese día y caminan. La tradición nació con una estructura orientada por la jerarquía, pero el pueblo lo asumió como algo propio. Por eso sobrevive", explica Carrasco.

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