"No hubo supervivientes tras un nuevo masivo estallido bajo tierra", anunció el responsable policial de los equipos de rescate, Gary Knowles.
"En base a la opinión de los expertos (...), pensamos que nadie ha sobrevivido, que todos perecieron", agregó.
Ningún contacto ha existido con los mineros desde la primera explosión, ocurrida la tarde del viernes en la mina de carbón de Pike River, situada en la costa oeste de la Isla del Sur de Nueva Zelanda.
Tras conocer la noticia, decenas de familias abandonaron llorando la sala de prensa, y algunos se tiraron al suelo y arremetieron contra la Policía por haberse negado a bajar al pozo para salvar a sus seres queridos, según testigos presenciales.
Knowles indicó que la explosión ocurrió a las 14:37 hora local (00:37 horas de Chile).
"En ese momento yo mismo estaba cerca de la entrada de la mina, y el ruido fue impresionante, igual de potente que la primera", indicó.
"A partir de ahora, la operación de salvamento ha pasado a la fase de recuperación de los 29 cadáveres", sentenció.
Esta mañana se logró taladrar un pequeño túnel hasta la galería, pero en cuanto se analizó el aire, los expertos constataron una cantidad excesiva de monóxido de carbono y gas metano, así como insuficiente oxígeno.
Las labores de rescate se han visto paralizadas desde el primer momento por la reticencia de las autoridades a permitir a los equipos de rescate descender a la mina por el riesgo del gas tóxico, una reticencia que ha frustrado a las familias.
También fracasó el intento de que un robot articulado enseñara el camino a los socorristas.
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