El martes 1, Soledad Onetto destapó el secreto a voces, a través de una entrevista en La Segunda: deja Canal 13 y la conducción de su noticiero central. Independiente del revuelo provocado, su decisión es perfectamente legítima: ella, como cualquier otro empleado chileno, puede elegir cuándo quedarse y cuándo irse de su lugar de trabajo.
La elegancia del método escogido para hacer esta notificación es otra cosa. Puede que en ese gesto, que privilegia la resonancia pública del anuncio, esté la clave de su problema: quien habló, antes que la periodista educada para ser una figura neutra al servicio de la información, fue el rostro. Ese ser humano que sabe cuánto pesa mediáticamente y que usa ese poder. La mujer que —salpicada por el efecto farandulero del Festival de Viña o no— nos estaba pareciendo más preocupada por el buen ver de sus rizos platinados que de las noticias.
Pero así como la partida de Onetto en su contexto es lícita, también lo es preguntarse por qué sacarla sólo a ella y no también a su compañero en el telediario, Iván Valenzuela: ambos son quienes hasta ahora no han sido capaces de revertir la caída en la sintonía de ese informativo. Y luego, si el objetivo era apostar por rostros identificados con la actualidad y no con la entretención, por qué no elegir a Daniel Matamala, un hombre tan incisivo como la nueva mujer ancla del informativo, Constanza Santa María, quien a su vez pudo cambiarse acompañada por su socio en las mañanas, Paulo Ramírez. Al final, lo que queda es otra pregunta: ¿había que renovar rostro en realidad, si el problema no es de forma sino de fondo?
El asunto de quién lea o deje de leer las noticias de las 21:00 horas en Canal 13 es menos relevante y urgente que lo que se lee: la pérdida de influencia, reflejada en el cuarto lugar en la sintonía, ha ido acompañada de un evidente descenso en la calidad de los contenidos. De ahí que, antes que una cara nueva, uno como telespectador esperaría ver menos notas intrascendentes de consumo para captar masas y más interés por informar y por ayudarnos a entender el mundo que nos rodea. Entonces, si este maquillaje de figuras ancla es un anuncio de que hacia allá vamos, bienvenido sea. Si no, con perdón: no vale la pena.
de Jimena Villegas
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