domingo, noviembre 27, 2011

Prófugos”. Hoy termina la serie de HBO hecha en Chile


Mucho más que una buena serie, Prófugos -la historia de acción y traiciones que llega a su fin hoy a las 22 por HBO- ha sido una de las mejores ficciones de los últimos años, incluidas las netamente “made in Hollywood”. Realizada en Chile, con actores, director y técnicos locales, Prófugos tiene un plus que aquellas series no tienen ni podrían tener: un acento, un color, un sabor y un dolor latinoamericano.

Prófugos no habla de dictaduras, pero sus personajes están sumergidos en esa historia; no es “sobre” el narcotráfico, pero el traslado de droga es lo que da pie al conflicto y marco a la narración.

Así, el despliegue de disparos, explosiones, persecuciones, choques y asesinatos contrasta con las actuaciones contenidas de los cuatro protagonistas, los cuatro “prófugos” que, mientras huyen, van revelando al televidente sus emociones hechas de puros gestos y miradas.
Tres delincuentes y un policía infiltrado. Mario Moreno (Luis Gnecco), ex represor; Oscar Salamanca (Francisco Reyes), ex revolucionario; Vicente Ferragut (Néstor Cantillana), heredero de un cartel narco; Alvaro Parraguez (Benjamín Vicuña), el “sérpico” en cuestión. Al empezar la historia, todos caen juntos en la emboscada que -después se sabrá- fue ideada en los círculos del poder.
Esta noche, en el esperado episodio 13 de la serie, una seguidilla de asesinatos, engaños y malos entendidos le dará un giro inesperado a la historia. Moreno, después de asesinar a Salamanca, deberá enfrentarse a quienes eran sus aliados. Pero también a los fantasmas de su pasado, a las víctimas de sus torturas. Al final, como al principio, la traición marcará las vidas de los protagonistas.

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Pero antes de todo esto, otro episodio de la serie fue muy significativo si se habla de la memoria histórica. El personaje de Salamanca, mientras presencia cómo Moreno aplica tormentos a otro narcotraficante que se había quedado con el dinero de ellos, empieza a recordar su propia tortura en los años de la dictadura, cuando fue un detenido político. Y -por el tipo de golpes, por los gritos- descubre que ese hombre sádico al que sus ojos vendados no le permitieron ver, fue precisamente su actual cómplice: Moreno. Intenta matarlo, lo persigue y finalmente los dos hombres se encuentran en un cementerio. Luchan, y es Moreno, psicópata, adicto a la cocaína, entrenado en la violencia, quien termina teniendo al otro -debilitado y enfermo- nuevamente a su merced. “Sin perdón ni olvido”, le dice Salamanca, antes de morir, mirando, ahora sí, a los ojos de su torturador.

“Fue muy difícil, y muy agotador, mantener durante los seis meses de rodaje la dureza de este personaje -dice Gnecco (Moreno), -. Y, para hacerlo, tuve que entender que Moreno, de alguna manera, también es una víctima de la violencia. El tampoco tiene salida. Está encerrado, y siempre lo va a estar, en lo más bajo de sí mismo. Para hacer lo que hizo ha debido anular todos los rasgos de humanidad. Y cuando la dictadura termina, cuando ya no le sirve al poder, tiene que buscar otros empleadores para seguir haciendo lo único que sabe hacer. Moreno se diferencia de los demás prófugos básicamente porque, en la opción entre quitarle la vida a alguien o no hacerlo, elige matar”. Gnecco, famoso en su país por sus personajes de comedia en televisión (“aunque en teatro hice de todo”, aclara), tocó esa cuerda con una credibilidad escalofriante.
Salamanca parece su contrapartida, pero, en todo caso, es su contrapartida necesaria. “Prófugos , antes que de cualquier otra cosa, habla de la condición humana -dice Reyes, galán maduro de muchas de las más populares telenovelas chilenas-. Por eso en la preparación previa, que duró seis meses, no fue suficiente tomar clases de artes marciales o de manejo de armas. Queríamos actuaciones novedosas, impactantes, de pocas palabras, de pocos gestos, muy interior”.
El resultado también se puede definir con pocas palabras, con una tal vez alcanza: majestuoso.
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