NO ES NADA sencillo caminar semidesnudo por la calzada, con la hombría apenas cubierta por un precario pañal, seguido de cerca por centenares de curiosos. Aunque todo sea "de mentira", se reciben insultos y latigazos y se cae tres veces al suelo para luego ser puesto en una cruz. El guión se repite siglo tras siglo y en él se relata el camino a la cruz -o Vía Crucis- que, de acuerdo con la tradición cristiana, recorrió Jesús desde que fue sentenciado a muerte, hasta que fue crucificado en el monte Calvario.
El Vía Crucis, dividido comúnmente en 14 etapas o estaciones, es conmemorado mundialmente los viernes de Semana Santa, con procesiones callejeras o al interior de los templos. En Santiago duran en promedio dos horas y los énfasis han ido cambiando con el tiempo según sea la parroquia o el santuario que lo organice. El sello lo da el mayor o menor realismo del despliegue callejero.
El de la Basílica de Lourdes, eso sí, este año no se saldrá a las calles y la procesión será por dentro, por el parque del santuario. "Es que la gente se ponía a conversar y a fumar, y se perdía el sentido. El año pasado, como había peligro de derrumbe en las calles de Quinta Normal, por el terremoto, decidimos quedarnos dentro del santuario. En esta oportunidad repetiremos el esquema, porque el recogimiento que se logra es absoluto", cuenta Laura Muñoz, una de las organizadoras. Empieza a las 7 de la tarde y no fallan 500 asistentes que parten a paso lento y en silencio, entre cirios, imágenes sagradas, ave marías, rosarios y padrenuestros. Es a la hora del crepúsculo y casi siempre el frío otoñal y la luz de las velas acentúan el dramatismo. Para qué decir Maximiliano Muñoz -18 años, estudiante de Sicología- que logra sacarle lágrimas a los asistentes con su interpretación de Jesús. Terminada la procesión, incluso, las marías siguen llorando, ya sin necesidad.
A la misma hora, en el Templo de Maipú, entre las columnas, el muro histórico y la gran explanada del santuario, parte otro Jesús envuelto en una túnica blanca. El reparto lo integran, además, Poncio Pilato, algunos soldados romanos y las dolientes María y María Magdalena. "Se ha tratado de innovar en el guión, pero no ha resultado porque a la gente le gusta el relato tradicional. Aun así, este año, en una parte de la caminata, un joven común y corriente cargará su propia cruz, que representará las adicciones y los problemas de hoy", cuenta Raúl Veroisa, el montajista y encargado de la pastoral de acólitos del santuario.
Veroisa, a quien le ha correspondido por años ser soldado romano, corre de aquí para allá. Hace un mes que prepara junto a unos 20 jóvenes una puesta en escena reconocida por su realismo y que no ha estado exenta de anécdotas. Un año la abuela del joven que interpretaba a Cristo, no pudo más al ver cómo maltrataban a su nieto y pidió a viva voz que dejaran de golpearlo. Algo parecido ocurrió en otra ocasión, cuando un grupo de perros se fue encima de los soldados romanos que en ese momento atormentaban al hijo de Dios. "A la gente le duele ver a Jesús maltratado y a veces se nos pasa la mano", dice con picardía Veroisa.
El Vía Crucis que asciende al cerro San Cristóbal lleva haciéndose al menos 20 años. Unos 300 fieles llegan a la calle Pío Nono, en Providencia, y a las 3 de la tarde, empiezan a subir los 5,5 kilómetros que los separa de la cumbre. Es común que el sol pegue implacable sobre las cabezas de los fieles, pero para hoy se anuncian algunos chubascos que podrían aliviar el tormento. La procesión, encabezada por el rector del santuario Inmaculada Concepción, Rodrigo Tupper, va deteniéndose cada 400 metros en las diferentes estaciones.
En este espacio, retirado del ajetreo urbano, la caminata adquiere un matiz de manda o penitencia. "Para muchos no es fácil hacer un recorrido de más de cinco kilómetros, en subida. Viene mucho adulto mayor. Hay un esfuerzo, un transpirar, y se ve el cansancio en los rostros, duelen los pies y se va perdiendo energía a medida que avanza la procesión. Algunos fieles se privan durante todo el camino de tomar agua", cuenta Luis Trincado, diácono del santuario.
Más al sur de la ciudad, el realismo de los barrios y las poblaciones de Estación Central sirven de escenario para la procesión multitudinaria organizada en conjunto por el Hogar de Cristo, el santuario Padre Hurtado y la parroquia Jesús Obrero.
Allí, el padre Paul Mackenzie, encabeza una caminata que convoca a unas 500 personas y que parte a las 5 de la tarde desde Av. Padre Hurtado 1090 (ex General Velásquez) y se abre paso con la clásica camioneta verde que perteneciera al sacerdote canonizado en 2005.
Aquí no hay personajes ni llantos ni velos. Los signos pueden ser una piedrecita o una pequeña cruz repartida entre los fieles, como invitación a reflexionar en las nueve estaciones de este resumido Vía Crucis, cuya fortaleza está principalmente en el mensaje. "Vamos metiendo distintas temáticas en cada estación. En nuestro sector hay muchas situaciones graves de violencia y narcotráfico, y tratamos de denunciarlas deteniéndonos cerca de esos lugares y haciendo un llamado con el altavoz a terminar con los disparos y la venta de droga", cuenta Mackenzie. "Tratamos de abordar los problemas reales; las cruces de hoy".
No hay comentarios:
Publicar un comentario