CIUDAD DEL VATICANO.- Calendarios, imanes, camisetas con la famosa frase de Karol Wojtyla "No tengáis miedo", incluso estatuas de tamaño natural... La "Juan Pablo II-manía" bate récords en Roma una semana antes de la beatificación del papa polaco, fallecido en 2005.
Mientras se espera la llegada de 300.000 personas el 30 de abril, el 1 y 2 mayo, carteles con la cara de Woytyla joven, rezando, meditando, saludando a las masas o ya marcado por la enfermedad de Parkinson en sus últimos años de vida están en todos los kioscos y tiendas de la Via della Conziliazione, la avenida que va del Tíber a la plaza de San Pedro.
En las vitrinas de las librerías, las numerosas obras sobre la vida de Juan Pablo II compiten con el nuevo best-seller de Benedicto XVI sobre Jesús con portadas de un blanco resplandeciente, como las prendas de un papa.
En una gran tienda de recuerdos situada en la entrada de la plaza, llaman la atención la calidad de los retratos pintados al oleo, así como una estatua de tamaño natural del papa en blanco, junto a la que posan los turistas.
En los kioscos ambulantes, pertenecientes a jóvenes inmigrantes asiáticos o africanos, se pueden comprar figuritas del papa.
El negocio papal es jugoso. Un póster, por ejemplo, cuesta diez euros.
La policía romana controla las estafas: falsas entradas vendidas en internet para asistir a la misa el día de la beatificación en la plaza San Pedro -la entrada, de hecho, es libre-, imitaciones de miles de relojes de pulsera con la imagen de Juan Pablo II, precios de hoteles excesivos, dormitorios de 25 m2 con ocho camas.
Ya se han impuesto multas, se han suspendido licencias, y seis hoteles han sido cerrados, principalmente cerca de la estación Termini y del Vaticano.
Elis Conrath, una turista suiza que lleva un calendario de Juan Pablo II en la mano, se distancia del negocio que se está creando entorno a la beatificación del papa: "Lo he comprado para una monja. Es importante para ella. Pero este gran negocio, no me gusta demasiado".
"Es el mecanismo inevitable de la comercialización. Una especie de fetichismo que la Iglesia acepta porque piensa que esto sirve para promocionar su mensaje", asegura el vaticanista Bruno Bartoloni.
Mientras se espera la llegada de 300.000 personas el 30 de abril, el 1 y 2 mayo, carteles con la cara de Woytyla joven, rezando, meditando, saludando a las masas o ya marcado por la enfermedad de Parkinson en sus últimos años de vida están en todos los kioscos y tiendas de la Via della Conziliazione, la avenida que va del Tíber a la plaza de San Pedro.
En las vitrinas de las librerías, las numerosas obras sobre la vida de Juan Pablo II compiten con el nuevo best-seller de Benedicto XVI sobre Jesús con portadas de un blanco resplandeciente, como las prendas de un papa.
En una gran tienda de recuerdos situada en la entrada de la plaza, llaman la atención la calidad de los retratos pintados al oleo, así como una estatua de tamaño natural del papa en blanco, junto a la que posan los turistas.
En los kioscos ambulantes, pertenecientes a jóvenes inmigrantes asiáticos o africanos, se pueden comprar figuritas del papa.
El negocio papal es jugoso. Un póster, por ejemplo, cuesta diez euros.
La policía romana controla las estafas: falsas entradas vendidas en internet para asistir a la misa el día de la beatificación en la plaza San Pedro -la entrada, de hecho, es libre-, imitaciones de miles de relojes de pulsera con la imagen de Juan Pablo II, precios de hoteles excesivos, dormitorios de 25 m2 con ocho camas.
Ya se han impuesto multas, se han suspendido licencias, y seis hoteles han sido cerrados, principalmente cerca de la estación Termini y del Vaticano.
Elis Conrath, una turista suiza que lleva un calendario de Juan Pablo II en la mano, se distancia del negocio que se está creando entorno a la beatificación del papa: "Lo he comprado para una monja. Es importante para ella. Pero este gran negocio, no me gusta demasiado".
"Es el mecanismo inevitable de la comercialización. Una especie de fetichismo que la Iglesia acepta porque piensa que esto sirve para promocionar su mensaje", asegura el vaticanista Bruno Bartoloni.
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