viernes, noviembre 05, 2010

El hombre que televisó a los mineros

Trabajó en la franja del No, dirigió "Cóctel" y "El Desjueves" y terminó haciendo transmisiones deportivas
Pero hace unas semanas, como funcionario de gobierno, realizó la "televisación" más emocionante desde la llegada del hombre a la Luna. Esta es la historia del director que entró al récord Guinness.
Por Sabine Drysdale Reinaldo Sepúlveda es hoy un hombre de pelo corto, barba recortada, estómago no tan prominente, algo prominente, que viste una camisa a cuadros de color celeste con blanco y una corbata de franjas con caballos de polo en pleno galope. A sus amigos, a su hermana, esta postal les causa risa. Hasta antes de que entrara a trabajar como jefe de Producción, encargado de todos los eventos, del gobierno de Sebastián Piñera, era uno de los directores más desordenados e irreverentes de la televisión chilena, de pelo más largo, la barba enredada, con un estómago enorme, no acostumbrado a la presión de los botones de la camisa, ni su cuello al nudo de una corbata. 

-Es primera vez en mi vida que me pongo corbata porque trabajo en La Moneda, y en La Moneda se usa corbata- dice con la voz rasgada por el cigarro. -¿Quieres uno?

Un papel tamaño carta pegado en un panel de vidrio, y firmado por el prevencionista de riesgos, explica que alguna ley de la república prohíbe fumar dentro de las oficinas de La Moneda. Pero Reinaldo Sepúlveda, apenas se sienta frente a su escritorio -un caos de papeles, un computador- abre una cajetilla plateada y enciende uno de los tantos Kent que se fumará durante el día. 





Reinaldo Sepúlveda solía dirigir programas de televisión con una piscola en el switch. Ahora, a sus espaldas hay una botella grande, medio vacía de Coca Cola light, que no tomaría de no ser por su avanzada diabetes, que combina fatalmente con una hipertensión.

-Tengo toda la lesera. He sido un guatón toda mi vida. Lo paso bien. Viene de familia, dice riendo. 

Reinaldo Sepúlveda es un veterano director de televisión chilena, creador del programa "Cóctel" que condujo Kike Morandé, quien fumaba, tomaba tragos y coqueteaba con mujeres ligeras de ropa en cámara, una novedad en su tiempo. También de "El Desjueves", el primer programa de humor político después de la dictadura. Trabajó en "Sábados Gigantes", fue el encargado del área deportiva de Televisión Nacional, transmitió mundiales y olimpíadas y también fue el realizador del primer videoclip de factura nacional: "Alturas de Machu Picchu", recital de Los Jaivas basado en los versos de Pablo Neruda, que filmó ahí mismo a principios de los 80 para en Canal 13, y cuyo conductor fue el premio Nobel 2010, Mario Vargas Llosa. "Cómo me iba a ir mal, tenía la mejor escenografía del mundo, los mejores artistas de Chile, el mejor animador y el guión era de Neruda. Cómo lo iba a hacer mal", dice hoy. 





Pero pese a su exitosa carrera, Reinaldo Sepúlveda siempre ha mantenido un bajo perfil. Eso, hasta que le tocó realizar la transmisión más emocionante después de la llegada del hombre a la Luna, la del rescate de los 33 mineros atrapados en la mina San José. Una transmisión vista en el mundo entero, considerada impecable por los expertos, que mezcló imágenes de la profundidad de la mina con la de la cápsula Fénix 2 emergiendo, con el presidente y los familiares abrazando a los mineros, que le valió un récord Guinness y la validación de su nombre entre los grandes artistas audiovisuales a nivel mundial. 

"Fue extraordinario. La gente tenía tanta ansiedad en ver el proceso en forma cercana y lo hizo. Nos sorprendió a todos, es algo que sólo un gran creativo puede hacer", dice el director ejecutivo de Chilevisión, Jaime de Aguirre. 

Para su hermana Marisa su mano se notó en que no era una transmisión para noticiario. "Fue mucho más que eso. Tampoco fue un reality ni una cosa truculenta, sino que bastante sobria y muy bien hecha". 

Reinaldo Sepúlveda no durmió durante el rescate, pero sí lloró. 

"Es lejos lo más potente que he hecho. Y nadie pudo haber contado conmigo si hubiera habido que manipularlo. La única manera de hacerlo, la única manera de que te respeten -no a mí, sino que al Gobierno- era entregando la cosa tal cual fue". 



-Se critica que a Piñera lo mostró mucho. 

-Él estaba ahí, yo mostré lo que estaba pasando ahí. 

A Sepúlveda parece no preocuparle su nuevo estatus de director estrella. Hoy está arriba, pero el director también ha estado abajo: antes de ser contactado por Piñera no tenía programas en la TV y dirigía transmisiones de deportes poco masivos. 

"La televisión de hoy es mucho más estudiada y científica", dice Reinaldo Sepúlveda. 

-Usted no calza con ese modelo.

-Yo creo que calzo poco. 

"Hoy hay menos espacio para la creatividad y se prefiere a directores funcionarios, que llenan las planillas, que cumplen con los horarios de grabación, que llegan a tiempo, que hacen programas fomes. En la mayoría de los canales tomaron el control las gerencias generales, de finanzas y en esos esquemas el guatón no funciona. Tiene poca tolerancia a que lo hueveen", dice su amigo de la juventud, el piloto de autos Alejandro Schmauk.

De los programas deportivos para el cable pasó a tener una rutina que sigue los ritmos frenéticos del Presidente. Lo acompaña a eventos, salidas a terreno, viajes. Donde lo manden. Dicen sus cercanos que está trabajando como no lo ha hecho nunca. El apuro nunca ha sido lo suyo. 



Su entrada al Gobierno, y antes a la campaña de Sebastián Piñera -fue el realizador del "arenazo"- sorprendió a varios. Sepúlveda ha sido un hombre de izquierda, que trabajó en la franja del No, en la campaña de Aylwin, convertido en funcionario de un gobierno de derecha. 

-¿Que hace un hombre como usted en La Moneda hoy?

-Yo soy un realizador que cree en ciertas causas. Yo trabajo en proyectos que me interesan y el proyecto de este presidente me interesó. 

-¿El proyecto o la pega?

-La pega- dice rápido, pero luego completa: Después de 20 años no es la Concertación versus la Alianza, lo tomé como que el Presidente Piñera, que lo conozco de la vida, nuestros hijos fueron compañeros de colegio, me invitó a participar en su campaña y eso no es trabajar en el Sí y el No. Yo soy un obrero del espectáculo y este es un desafío profesional interesante que no me cohíbe ni me complica; cuando tenga que ir a la urna yo sabré por quién voto. 

Hasta el momento ha sido bien evaluado. "Con su creatividad él va a ayudar a desempaquetar a Piñera. En La Moneda no suele haber tipos como él. Ojalá lo escuchen", dice Jaime de Aguirre, que trabajó con él en la campaña del No. 





***

Nada era convencional en la familia en que creció Reinaldo Sepúlveda. Su padre, aviador de La Fuerza Aérea, cuando no estaba piloteando, tocaba la trompeta y la batería o sacaba fotografías. Los cuatro hermanos -Reinaldo; Marisa, ex Música Libre, viuda del destacado director Gonzalo Beltrán; Rodrigo, cineasta y Ricardo, aviador, que falleció en una accidente aéreo- se entretenían haciendo obras de teatro y títeres. Crecieron también viendo a su abuelo materno, el premio nacional de periodismo y fundador de la revista de humor político Topaze, Avelino Urzúa, escribiéndolo todo. Como hijos de un funcionario de la Fuerza Aérea vivieron una vida errante entre bases aéreas, Cerro Moreno, Quintero, pero sin el rigor militar. "Mi papá era lo menos militar que hay", dice Reinaldo Sepúlveda. Estudió en varias escuelas públicas y terminó el colegio en el San Ignacio Alonso Ovalle. 

Su talento por la organización de eventos comenzó a aflorar en los veranos en Quintero cuando era un adolescente. "Era productor de la semana quinterana, de la semana del trauko, armaba grupos musicales, también tuvo una discoteca", dice Marisa, su hermana. Luego entró a Televisión Nacional como asistente. "Sirviendo cafés", aclara él. Una vez dentro, fue escalando hasta convertirse en uno de los más creativos directores que haya tenido la televisión chilena. 

"Me cago en el eje", esa es su frase más célebre, dice el periodista y amigo Aldo Schiappacasse, que al rato desiste en su intento de explicar ese término. "Era su forma de decir me cago en las reglas".

Se conocieron en TVN cuando conducía "Zoom Deportivo", y Sepúlveda entró para cambiarlo todo, las luces, la escenografía, los tiempos. Viajaron juntos a varios mundiales y terminaron trabajando en el late show "La última tentación". Ahí, dice Schiappacasse que Sepúlveda lo convenció de hacer cosas que no volvería a repetir, como conducir un programa en calzoncillos cuando el tema era la desnudez. 





Reinaldo Sepúlveda, a diferencia de otros directores, no acostumbra a gritar, ni se estresa cuando las cosas no salen como quiere. "Tiene una actitud más sana. Es operado de los nervios. Muy creativo, amplio de visión, pero operado de los nervios. Nunca se ha creído el cuento demasiado. Ha estado arriba, otras veces abajo. Tiene amigos en todas partes", dice Schmauk. 

A Reinaldo Sepúlveda, nadie le dice Reinaldo, ni él mismo. Su nombre es "guatón". Y se ríe casi todo el tiempo y come como desaforado cuando puede y bebe más de lo que debiera. "Soy un buen tipo, pero muy desordenado", admite. Hay quienes, guardando las proporciones, dicen que es el Negro Piñera pero en versión en serio. 

"Es el alma de la fiesta, muy relajado, disfruta la vida y piensa que nunca le va a pasar algo malo", dice su hermana Marisa.

Hasta que sucedió. Fue a principios de esta década, Reinaldo Sepúlveda dice que no se acuerda la fecha, que prefiere no acordarse, cuando sufrió un coma diabético mientras manejaba su auto por avenida Kennedy y se estrelló. "Soy de los típicos idiotas que chocan en Kennedy. Yo, el imbécil iba sin cinturón. Me molí por dentro. Me había tomado unos tragos, unas piscolas. Fue un accidente grave, grave, pero la mala hierba nunca muere. 

Esa noche su señora había tomado un avión a Europa. Tuvo que devolverse en el mismo vuelo. 

-Tuve a mi familia en ascuas, lo pasaron todos muy mal por culpa mía, estoy muy arrepentido- dice. -Me costó un año pararme de nuevo. Anduve un tiempo en silla de ruedas, después en muletas. TVN, donde trabajaba, se portó muy bien conmigo, pero qué más iba a hacer ahí, así que tuve que reinventarme, partir todo de otra vez. Pero no me quejo de nada, de nada. 

-Si volviera a la TV abierta, ¿qué haría?

-Un late show. Me muero de la envidia del late de Schiappacasse, me gustaría estar metido ahí, se me ocurren cosas. 





-¿Como qué?

-Hay que tener una mirada del país en que uno vive, la televisión es el espejo de lo que uno es, y siempre he tratado de tener una mirada distinta, de abrir otra ventana. Creo que es el momento de hacer humor, se me ocurren todos los días leseras. ¿Por qué no hay humor en el país si somos todos divertidos en Chile? Si la TV es el espejo de la sociedad, y la sociedad tiene humor, tiene que reírse de sí misma.

-¿Y usted se ríe de sí mismo?

-Todo el día.

Y se ríe cuando toma su cajetilla de Kent, se para de su asiento y sin despedirse, camina rápido a la salida de su oficina, escapando, y pasa frente al cartel que escribió el prevencionista de riesgos de La Moneda, que prohíbe fumar y que de seguro jamás ha leído.  

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