SANTIAGO.- En la última década, Chile ha sido el destino de decenas de artistas que se han presentado ante nuestro público. El gran interés de los fanáticos ha llevado a que bandas de gran renombre mundial lleguen a mostrar sus espectáculos, convirtiendo a Chile en el cuarto mayor mercado de conciertos masivos, incluso antes que Brasil, México y Argentina.
Mucho se ha cuestionado el valor de las entradas para los conciertos en nuestro país. Las diferencias entre recitales realizados en otros países en comparación con los que se han exhibido en Chile se han dejado notar, pero los expertos señalan que los contrastes son mínimos y que se deben a que Chile es considerado un escenario terminal para las giras mundiales.
Según Rodrigo Martínez, media manager de DG Medios, una de las productoras más grandes del país, las diferencias en el precio de las entradas en Chile con respecto a otros países del circuito, radican específicamente en la cantidad de público a quien está dirigido un show y el espacio que puedan abarcar los recintos que los albergan.
"En Chile no tenemos un lugar para una cantidad muy grande de personas. Está el Teatro Caupolicán, con capacidad para cinco mil, y de ahí saltamos a las 10 miz que tiene Arena Movistar. El más grande es el Estadio Nacional, con una capacidad de 50 mil personas. Si tuviéramos lugares más grandes, podríamos hacer conciertos más baratos, ya que todo radica en el costo de producción, además de lo que cobra el artista", indicó Martínez.
Beatle Paul cobra caro
Casos específicos se han dado a conocer en el último tiempo. Uno memorable y más recordado fueron los precios del concierto de Paul McCarney, ex integrante de los Beatles, quien llegó a cobrar más de un millón de pesos por un paquete especial y alrededor de 500 mil pesos por la entrada más cara en su último concierto, realizado en mayo de este año. La adhesión no tan solo significó uno de los valores más caros pagados por los chilenos, sino que también representó la entrada más costosa en la historia de los shows ofrecidos por McCartney.
Ese mismo tour tuvo distintos precios según las ciudades donde se presentó: en Perú, McCartney cobró alrededor de 330 mil pesos, y en México pagaron 150 mil, cifra similar pagada por los argentinos tiempo después. En Europa el escenario no es muy distinto: las entradas tienen un valor cercano a los 100 mil pesos.
Según el ingeniero comercial, Alonso Lucero, las personas valoran que sus grupos favoritos vengan al país, sobre todo cuando son bandas de larga trayectoria, las que probablemente no volverán a presentarse en Chile. El profesional también asegura que el precio de los boletos depende netamente de la demanda, con la lógica de que mientras más personas quieran ir, más caro sale el show.
"Puedes cobrar lo que quieras"
"Los precios no se abaratarían con lugares más grandes, si puedes cobrar 10 mil pesos por 50 mil personas en el Estadio Nacional, puedes cobrar lo mismo en un lugar donde entre el doble de personas, por lo que no hay un incentivo en bajar los precios si tienes la seguridad de que puedes llenar de la misma manera el lugar", agrega.
Además, Lucero señala que "la calidad de los conciertos es más alta que los de antes. La gente ya no solo va a escuchar a su grupo favorito, sino que va a disfrutar de un show completo". El profesional destaca que las personas tienen una mayor disponibilidad a pagar, pese al precio, ya que le dan una importancia más alta al concierto, tanto en calidad como en la entrega.
Para Jean Paul Goffard, psicólogo de la Universidad del Desarrollo, la impulsividad dictamina la asistencia a un recital, y asegura que el consumidor piensa "para qué esperar más, si ya se esperó lo suficiente". Según Goffard, ir a un recital marca un status y los chilenos "gastamos más de lo que tenemos, para aparentar una situación distinta. Nuestro país es el único del mundo donde existieron los celulares de palo, por ejemplo".
Según el profesional, los chilenos vamos a los conciertos "porque podemos, queremos y tenemos la fantasía de que con ello demostramos poder adquisitivo, control en nuestras vidas, satisfacción de nuestras necesidades y un vivir en el presente insuperable", agrega.
Para los fanáticos, el precio es irrelevante. Según Macarena Núñez, estudiante, su pasión son los shows musicales. "Me encanta ir a recitales. Escucho música casi el 60 por ciento del día o más, por lo que obviamente soy pirata y una forma de aportar por toda la música que bajo o escucho es pagar por los conciertos", señala.
En nuestro país, no existen subsidios que abaraten los costos por concepto de entradas a recitales, según plantea José Andrés Alvarado, representante del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, pero señala que lo que sí existen son exenciones tributarias que se aplican en casos específicos a los productores de conciertos, pero su objetivo final no es la disminución del precio de las entradas.
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