domingo, agosto 07, 2011

OFICIAL // Britney Spears viene el 22 de noviembre al Estadio Nacional con su show más elogiado

Es una de las estrellas pop más mediáticas y populares del nuevo siglo, y ya abrochó su debut en Chile: la cantante estadounidense Britney Spears estará el próximo martes 22 de noviembre en el Estadio Nacional, como parte de su tour Femme Fatale y según confirman sus organizadores, la productora Fenix Entertainment Group. La propia estrella lo oficializará hoy a través de su sitio web. La preventa de las entradas empieza el 14 de agosto a través del sistema Puntoticket -con requisitos a definir- y con un amplio rango de entradas, que van desde $ 18 mil hasta $ 250 mil . La cancha estará dividida en tres sectores y todos serán para público de pie. El plan es juntar a 53 mil personas y la mujer de Baby one more time llegaría un día antes desde Buenos Aires, la escala previa de su recorrido latino, con un numeroso staff que ya tiene reservado más un centenar de habitaciones de hotel en la capital.


Es que los números y las imágenes voluminosas son la marca de su actual gira, con instantáneas que retratan espectacularidad escénica y renacimiento artístico. Lo mismo que se vio el pasado viernes 5 en uno de sus shows más esperados en Estados Unidos, en el complejo Izod Center, de Nueva Jersey, el que se repletó de jovencitas enfervorizadas. Gran parte de ellas vestidas con zapatos con plataformas, pestañas postizas y pelucas rosas, como la que usa la hiphopera Nicki Minaj, que esta noche telonea a la esperada Spears y se roba las luces. Minaj concluye con un falso disparo al aire su show lúdico y teatral que arranca gritos de las fans -en su mayoría adolescentes- que minutos antes chillaron con Joe Jonas, el ex Jonas Brothers, otro de los aperitivos. La pantalla anuncia que quedan 40 minutos para el show de Britney, el mismo que recorre el planeta para promocionar el aplaudido disco que lanzó en marzo y que la reivindica de las malas épocas. Cuando falta un minuto para que aparezca en escena, el fervor del público se dispara, así como el humo desde el escenario.
Dos hombres en las sombras, acompañados de sintetizadores, son toda la banda que requiere; sus movimientos se limitan a poner la mano en el computador. El show comienza con un video que se intercalará con las apariciones de la estrella y que la muestra como una espía buscada por un agente especial al estilo Bond, pero con debilidad por los lolly pops. El show no escatimará efectos especiales ni disfraces para representar el viaje de Britney por el mundo mientras escapa de sus perseguidores. Podría leerse entre líneas la cacería que sufrió por parte de la prensa cuando entró en crisis en 2007.


Abre con Hold it against me. Baila acompañada de su grupo y comienza a cantar, alzando una voz que se mezcla con los efectos vocales y que también desnuda su uso de playback. No importa, ha recuperado el encanto del pasado y a través de un despliegue exacerbado de trucos en escena seduce a sus fans. Hay tarimas que suben y bajan, Britney a veces vuela por los aires en un atrio móvil, otras monta una moto o se sube junto a sus bailarines en un vehículo que se desplaza por el escenario. El juego que recorre el espectáculo -y el disco- parece ser el poder de seducir y dominar a los hombres: desde paparazzi hasta presidiarios y, sobre todo, a los policías.
Desde el video promocional I wanna go se anunciaba una obsesión con los uniformes, que esta noche se hace patente. Los bailarines y ellas cambian de indumentaria en cada canción. Por momentos parecen disfraces de tienda porno: ella como agente secreta, motorista o prisionera. Y los bailarines asoman como reporteros, uniformados, detectives, motoristas, agentes. Objetos sexuales puestos en las más diversas situaciones, parodiando el sadomasoquismo.
En Lace and leather (del álbum Circus) un voluntario del público -hombre por supuesto- sube al escenario. Lo amarran con una bufanda de plumas al vehículo rosa, Britney se le para enfrente sin dejar de cantar y le dirige una serie de movimientos. "El no va a regresar", anuncia a la audiencia. El hombre es secuestrado y sale en el auto hacia el back stage.
El estilo del antiguo Egipto se despliega con Drop dead beautiful, tema del nuevo disco. Una pirámide se ve en la pantalla gigante. Spears y los bailarines llegan al escenario en un barco con forma de pato, ellas en bikinis, ella como una Cleopatra posmoderna. Nada se escatima para mantener el fervor del público. Más humo, fuegos artificiales, todo lo que sea necesario. Cuando canta Don´t let me be the last to know es el momento de ir en una especie de columpio por los aires y llevarse de paso a un bailarín que se cuelga de los pies. En I wanna go son chicos del público los que son invitados a bailar con Spears en el escenario.
Los críticos han dicho que al show le falta humanidad. Todo está tan planeado que no hay espacio al error, como en todas las megaestrellas del circuito pop. Pero el final es un gran momento. Por fin el público puede ver a Britney Spears disfrutar y no sólo cumplir con la ajetreada rutina de una superstar.

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