sábado, abril 23, 2011

El cine en 3D adquiere la mayoría de edad


Más vale tarde que nunca. No todos los grandes llegaron a tiempo a utilizar las nuevas tecnologías y algunos genios fueron aplastados por defender un código estético que había expirado antes de lo que quisieron. En el año 1940, Charles Chaplin, que siempre defendió la superioridad del cine mudo frente a los filmes hablados, dirigió, escribió y protagonizó El gran dictador, una de las películas más discursivas y parlanchinas de su época. Fue un éxito absoluto.
Buster Keaton, por el contrario, fue un caso triste de superdotado caído en desgracia. Entró contra su propia voluntad a las películas sonoras, sabiendo que su talento era la imagen pura, y fue derrotado en la batalla por conquistar la palabra.

El contundente impacto que en los últimos años provoca el cine en 3D no opera con la radicalidad del cambio del cine mudo al sonoro, pero es uno de los avances tecnológicos más destacados desde aquella transición.
Nacido como valor agregado a los productos baratos de Hollywood en los años 50, el llamado 3D fortaleció las tramas desbocadas de películas B como Terror en el museo de cera (1952) oEl monstruo de la laguna negra (1954). Luego, pasaría al olvido y recién en el 2004 resucitó en gran gloria y majestad con El expreso polar. Desde ese momento ha crecido exponencialmente, y para el 2011 se presupuestan al menos 38 títulos.
La mayoría de ellos son producciones de innatos apetitos comerciales (ThorPiratas del Caribe 4Transformers 3), pero hay al menos cuatro filmes que indican que la técnica ya no es un mero artilugio visual y ahora es apreciada por auténticos autores del cine contemporáneo.


Un cómic en 3D
Aunque con voraz vocación masiva, Steven Spielberg siempre ha sido un clasicista a la hora de contar historias, y aquella herencia lo conecta con el Hollywood más tradicional. Es uno de los pocos directores que todavía prefiere la prehistórica moviola al sistema digital en la sala de montaje.
A pesar de su tradicionalismo en la metodología, Spielberg decidió dar el gran salto con su nuevo filme y Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio será su primera cinta realizada con la técnica de las tres dimensiones. El trabajo, inspirado en el cómic del belga Hergé (y que llega a los cines el 23 de diciembre), utiliza, además, la técnica de la captura en movimiento, donde las escenas filmadas por actores son luego animadas por computador.
"En la vida real uno ve todo en tres dimensiones, pero en la pantalla de cine tradicional hay apenas dos. De esta manera, y para tener una idea de cómo los espectadores van a ver mis películas, cada vez que filmo me suelo tapar un ojo. Así puedo tener una idea de las dos dimensiones. Cuando hicimos Tintín, en cambio, abrí bien los dos ojos para más o menos comprender las tres dimensiones que el público podrá apreciar", contó Spielberg, el año pasado, al diario francés Le Monde.
Aunque las nuevas tecnologías invadirán Las aventuras de Tintín, Spielberg se pone en guardia y aclara que siempre privilegiará el contenido a la forma. "La película está basada en mi respeto por el arte de Hergé, al que quiero llegar de la mejor forma posible. El creó personajes ficticios, pero habitando un mundo real, no de fantasía. En cierto sentido, será un filme de la vieja escuela", afirmaba sobre la cinta protagonizada por Jamie Bell y Daniel Craig.
Scorsese y Méliès
Defensor de la preservación fílmica, devorador de los autores injustamente olvidados y buscador incansable de nuevos talentos en el cine del Tercer Mundo, Martin Scorsese parecía el menos propenso a caer seducido por el impacto fácil del 3D.
Pero, al mismo tiempo, es un autor que siempre ha buceado en las posibilidades infinitas de la puesta en escena, incluyendo el llamado "montaje cocaína" (por lo acelerado) de Buenos muchachos y la fastuosidad visual de La edad de la inocencia La isla siniestra. No es de extrañar, entonces, que la posibilidad de enriquecer su inventiva mediante el 3D se concretara en Hugo Cabret, película basada en la novela gráfica La invención de Hugo Cabret, de Brian Selznick.
El filme llegará a las salas en noviembre de este año y es, además, una especie de tributo a la figura de Georges Méliès, padre del cine moderno. Aunque no es el protagonista de la historia, tiene un rol bastante destacado ya en su vejez, vendiendo juguetes en una estación de trenes parisina de los años 20. La cinta es protagonizada por Jude Law y Ben Kingsley, entre otros.

Coppola y los alemanes
El último de los realizadores estadounidenses de la vieja escuela en unirse a la cofradía tridimensional es Francis Ford Coppola, que rueda Twixt now and sunrise. Se trata de una cinta de presupuesto reducido, como sus dos filmes anteriores.
Contará una historia de horror y, según relató el director a The New York Times, todo surgió de un sueño. "Desperté en la mitad de la noche y lo que tenía en la cabeza era una especie de relato gótico, en la línea de Hawthorne o Poe", afirmó. La película, que tiene entre sus actores a Val Kilmer y Elle Fanning, tendrá, además, escenas en las tradicionales dos dimensiones.
Desde Europa, dos de los realizadores más importantes del Nuevo Cine Alemán de los años 70 -Wim Wenders y Werner Herzog- también comenzaron a comulgar con el nuevo formato. Mientras Herzog realizó Cave of forgotten dreams, un documental acerca de las pinturas rupestres de la cueva de Chauvet, en el sur de Francia, Wenders dirigió Pina, sobre la compañía de danza de la alemana Pina Bausch. Herzog dijo que el 3D le había servido para capturar "las intenciones de los pintores prehistóricos", pero aclaró que no tenía intenciones de seguir con el formato.
Wenders, por el contrario, se hizo un converso de la tecnología y, tras terminar Pina, llegó a decir: "La única manera de hacerle justicia al arte de Pina Bausch y su compañía era utilizando el 3D".
La técnica está lejos de provocar juicios unánimes, pero por lo menos está en el punto en que dejó de ser sólo la novedad del año.

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