"¡Bono, tú eres del pueblo, eres del pueblo!". Con esa proclama, un personero del Aeropuerto de Santiago devenido en fan de U2 -y en profeta capaz de avizorar el carácter popular de los rockstars- recibió al cantante de U2 en su arribo a la capital, ayer cerca de las 15.30 horas y en vuelo privado que lo trajo desde Buenos Aires, hasta donde llegó en un avión comercial proveniente de Nueva York.
Casi como una vuelta de mano a esa arenga, el irlandés -que con su banda se presenta hoy en el Estadio Nacional- pidió al chofer que bajara los vidrios de la van Chevrolet polarizada que lo sacó de un sector exclusivo de la terminal aérea, para cruzar un par de palabras con periodistas, fans y trabajadores que se agolpaban a su paso. Pero el artista no sólo bajó su ventana: como un Mesías que aparece sobre su pléyade -antes le había dado la mano al personal de aduana-, abrió toda la puerta para hablar con tranquilidad.
"Estoy muy feliz de volver. Este es uno de mis lugares favoritos", lanzó el cantante, vestido con una chaqueta azul oscura, sombrero, sus anteojos tradicionales y barba incipiente. "Me encantan las sorpresas, pero van a tener que verlo ahí", dijo después sobre una posible alusión a la historia chilena reciente en el show, la que deslizó cuando se le preguntó por el rescate de los mineros: "Ellos son heroicos".
Pero lo que más preocupaba al hombre de One en su aterrizaje no era ni el acoso de la prensa ni las promesas protocolares: el cantante aclaró que, antes de su presentación, se juntaría con el resto de sus camaradas para ensayar, tras el paréntesis de más de un mes que realizó el 360° tour desde su última fecha, el 18 de febrero en Sudáfrica. "Vamos a tener ensayos esta noche (ayer) y ahí me voy a ver con todos", aclaró.
Tras el adiós -hasta se dio el tiempo de repetir el nombre de un programa de farándula- partió al hotel W, donde aloja con el resto de la agrupación. Ahí se quedará junto a su esposa, Alison Stewart, en la suite Wow, la más exclusiva del recinto, y donde ayer lo esperaba agua mineral San Pellegrino, yogures naturales y quesos. Durante estos días, su staff registró todo el piso del lugar y pidió a parte de los empleados del W apagar sus celulares al interior del hotel -para evitar fotos- y presentar una identificación cuando transitan por los pasillos.
Tras un par de horas en su habitación, partió hasta el recinto de Ñuñoa a un ensayo con toda la banda. Mientras el guitarrista "The Edge" arribó el miércoles, tras cinco días en el norte, el bajista Adam Clayton y el baterista Larry Mullen lo hicieron ayer en la mañana (este último llegó en vuelo comercial).
En el recinto estuvieron desde las 18.30 horas hasta cerca de las 22. Ensayaron y revisaron casi por completo el espectáculo que mostrarán esta noche y el sonido se percibía a varias cuadras de distancia. Entre los temas interpretados aparecieron Beautiful day, I will follow,Mysterious ways y Elevation. Además, grabaron voces de una intérprete local. La idea estaba clara: retomar el ritmo tras un mes de inactividad y un lapso en que se dedicaron a ultimar los detalles del musical de Spiderman. Tras el paso por el reducto, el vocalista volvió a ser del pueblo: cuando salía por una de las puertas de calle Maratón, se detuvo, se bajó de la van y saludó de beso al puñado de fanáticas que lo esperaban, además de autografiar un par de discos. "Nos vemos mañana", dijo.
Pero la obsesión por el trabajo y el excelente manejo ante sus seguidores no es sólo una contingencia: un trozo mayor de su perdurabilidad como institución pop -las crisis han sido ínfimas en 30 años- se basa en ese apego por la tradición y por perpetuar las fórmulas de trabajo de sus inicios. En Chile están con Paul McGuinness, mánager que los descubrió a fines de los 70 en Dublín y que confió en ellos mucho antes de su suceso. A Santiago también llegaron Joe O'Herlihy, productor de sonido que le prestó al grupo sus primeros equipos en 1978, y Jake Berry, director de producción de sus dos anteriores giras. "Esto es una familia", cuenta Berry a La Tercera en torno al estilo profesional de los irlandeses, cuyo actual escenario, "La garra", fue ideado por Willie Williams, diseñador de sus escenografías desde 1983 y quien también está en el país.
En lo personal, la fidelidad se repite. Bono está casado desde 1982 con Alison Stewart, a quien conoció en su colegio; Mullen convive hasta hoy con otra compañera colegial, Ann Acheson; "The Edge" también contrajo matrimonio con su novia de adolescencia, pero se divorció en 1989. Eso sí, en 2002 se casó con una de las bailarinas de la banda, con quien está en Chile. El cuarteto planea una fiesta privada tras el show.
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