El primero en llegar fue Mark González en una camioneta Hummer, vestido de Rubinstein, quien en esta ocasión recomendó el negro clásico de corte moderno, corbata ancha de nudo generoso y pañuelo en el tono. Cerca de las 21:00 horas apareció una limusina blanca de vidrios polarizados que desató la locura entre la masa. De ella descendió Maura Rivera, enfundada en un vestido blanco diseñado por Millaray Palma, que en todo momento se preocupó de poner en su lugar el velo que medía cerca de 6 metros, convirtiéndose en una de las colas más extensas del último tiempo. La rubia optó por un cuidado escote, cintura ajustada, 400 cristales de Swarovski y frondosidad en la caída, y se le vio radiante dentro del modelito cercano a los 2 millones de pesos.
La ceremonia de una hora fue sencilla, con pasajes que hacían alusión a la historia de la modelo y el futbolista. Posteriormente salieron, saludaron a los reporteros, se besaron públicamente en señal de su amor y tomaron rumbo en el apoteósico transporte hacia el Hotel Hyatt, donde esperaron a los invitados en uno de los salones más exclusivos, cuya decoración estuvo a cargo de Willy Geisse, que optó por flores rojas y blancas, según testigos, quienes elogiaron el buen gusto y los arreglos que descendían desde las alturas, junto a mariposas, diamantes y rosas. Para incentivar el baile Juan David Rodríguez preparó una serie de sorpresas que serían develadas luego de una cena abundante en bebestibles y distintas exquisiteces, que sin duda, reflejaban el ahínco puesto por el nuevo matrimonio de la farándula, que no escatimó en valores ni en detalles, que dejaron a todos con la sensación de haber participado en un enlace que se mantendrá en los anaqueles de nuestra industria.
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