Vestidos blancos, zapatos lustrados, mujeres con pulcros sombreros. Cuesta creer que muchos de ellos todavía viven en medio del polvo y la destrucción que dejó el terremoto del pasado 12 de enero.
Pero la capital de Haití se prepara para recibir las celebraciones de fin de año sin mucho que festejar.
Y es que la reconstrucción quedó, hasta el momento, en puras palabras y papeles.
Viviendas de plástico, baños de plástico… incluso la atención a las víctimas de la devastadora epidemia de cólera se realiza en hospitales de campaña. Todavía no ha empezado la construcción de ninguna obra estructural.
Y, al terminar la misa, el sacerdote católico Enric Tuset le dice a BBC Mundo que también se debe enseñar "la reconstrucción y la rehabilitación del hombre haitiano".
Su país se ha convertido, además, en una escuela de la paciencia.
"Con la fe, el pueblo haitiano va a continuar esperando, va a continuar creyendo en un Dios, un Jesucristo de la vida, de la esperanza", dice el Padre Tuset.
Plaza Saint Pierrre
La esperanza, sin embargo, cada vez parece ser más escasa en los campamentos de desplazados.
Prácticamente todos los espacios abiertos de la ciudad de Puerto Príncipe fueron ocupados por miles de carpas donadas y precarias viviendas construidas con lo que se rescató de los escombros.
Si la gente pensara en nosotros tal vez la pasaríamos mejor. Como vivimos en la plaza no hay como tener un buena Navidad.
Eveline Delima
Se trata de un nuevo mundo en el que sobreviven más de un millón de personas.
Es el mundo de Eveline Delima, quien camina con un sombrero de Santa Claus en la cabeza.
Perdió su casa y ahora vive en la Plaza Saint Pierre. Su estabilidad emocional es difícil de determinar.
"Si la gente pensara en nosotros tal vez la pasaríamos mejor. Como vivimos en la plaza no hay como tener un buena Navidad", se queja Eveline.
Después de un rato la vemos sentada, comiendo. Su cuerpo se mueve al ritmo de una música que sólo ella escucha.
Tiempo de esperanza
En el campamento de la Plaza Saint Pierre ya también se reportan dos muertes por cólera.
Paradójicamente, este campamento está ubicado en el corazón del barrio más adinerado de la capital haitiana.
Aunque los desplazados no tienen acceso a prácticamente ningún servicio básico a pocos metros se encuentran lujosos hoteles, restaurantes franceses y chinos.
Y el contraste hace recordar algunos cuentos tradicionales de navidad, esos que pretenden enseñar la injusticia de la pobreza cuando existe la riqueza.
Por lo pronto, sólo queda esperar que el próximo año suenen de nuevo las campanas de una reconstruida Catedral de Notre-Dame de L'Assomption para anunciar la Navidad.
Eso significaría que los haitianos y la comunidad internacional habrán por fin iniciaron el camino de la reconstrucción y rehabilitación de una nación que no puede seguir como está.
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